jueves, 3 de mayo de 2012


Observación y Neutralidad en el Campo Terapéutico

  
Sólo recientemente, la atención a la vivencia emotiva del terapeuta en el ejercicio de su rol se ha hecho menos genérica y más profundizada. Por mucho tiempo –y aún en muchos ámbitos del quehacer terapéutico- entender la neutralidad del profesional ha significado intentar separar su sentir de su hacer en sesión.
Afortunadamente, esta concepción de la neutralidad ha ido modificándose y continua siendo cuestionada.
Mony Elkaim (1992) ha hablado de autorreferencia y resonancia: "el segundo problema que los terapeutas sistémicos se encuentran al que tienen que enfrentarse es el de la autorreferencia. Todo lo que el psicoterapeuta describe se coloca en el punto de intersección entre su entorno y él mismo: él no puede separar sus propias características personales de la situación que describe. La aproximación científica tradicional subraya que las características del observador no deben interferir en la descripción de sus observaciones".  Sin embargo, en relación a esto, la cibernética del segundo nivel ha introducido definitivamente, también en nuestro campo, la imposibilidad de una observación objetiva.
Al respecto, dice Heinz Von Foerster: "consideramos la relación entre observador y
sistema observado. En caso de clausura, el observador vendría incluido en el sistema objeto de observación. Pero ésto atraería los anatemas de una ciencia que tiene como regla principal la ´objetividad´. La objetividad requiere que las propiedades del observador no entren en la descripción de sus observaciones. Esta prohibición se hace evidente en el momento que se envíe a cualquier revista científica un artículo que contenga expresiones tales como ´he observado que´. Este desplazamiento de la primera persona a un ´se´ (se ha observado que) impersonal, es una estrategia para descargar toda responsabilidad: ´se´ no puede ser responsable de nada; es más, ´se´ no puede observar nada de nada".
Luigi Cancrini (1987), en su tentativa de profundizar los mecanismos de la psicoterapia, hace referencia al error del terapeuta en estos términos: "un error común en la descripción del sistema terapéutico es el de quien lo considera formado por un sistema familiar definido y un terapeuta anónimo y atípico. La experiencia de formación y supervisión demuestra, en cambio, la importancia de las circunstancias personales dentro de las cuales el mismo terapeuta se encuentra con una determinada familia, grupo o individuo.  Desarrollando sus funciones, el terapeuta está conectado de manera directa a un conjunto de motivaciones, expectativas, temores e incertidumbres que tienen que ver con el desarrollo de esa función, pero, más en general, al ser persona en un momento definido de su ciclo vital y de su recorrido emotivo".
El terapeuta comparte con el paciente, familia, pareja, un campo de interacción de donde no puede recortarse. Es más, enfatizamos, que no sólo no puede sino que no debe intentar recortarse, a riesgo de dejar afuera su emotividad como una herramienta fundamental en el trabajo con los otros.
Hacerse cargo de la propia implicación es volver productivas nuestras resonancias en el espacio terapéutico. No temamos dinamizar el juego.


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