Observación y Neutralidad en el Campo Terapéutico
Sólo
recientemente, la atención a la vivencia emotiva del terapeuta en el ejercicio
de su rol se ha hecho menos genérica y más profundizada. Por mucho tiempo –y
aún en muchos ámbitos del quehacer terapéutico- entender la neutralidad del
profesional ha significado intentar separar su sentir de su hacer en sesión.
Afortunadamente,
esta concepción de la neutralidad ha ido modificándose y continua siendo
cuestionada.
Mony
Elkaim (1992) ha hablado de autorreferencia
y resonancia: "el segundo problema
que los terapeutas sistémicos se encuentran al que tienen que enfrentarse es el
de la autorreferencia. Todo lo que el psicoterapeuta
describe se coloca en el punto de intersección entre su entorno y él mismo: él
no puede separar sus propias características personales de la situación que
describe. La aproximación científica tradicional subraya que las
características del observador no deben interferir en la descripción de sus
observaciones". Sin embargo, en
relación a esto, la cibernética del segundo nivel ha introducido definitivamente,
también en nuestro campo, la imposibilidad de una observación objetiva.
Al
respecto, dice Heinz Von Foerster: "consideramos la relación entre
observador y
sistema
observado. En caso de clausura, el observador vendría incluido en el sistema
objeto de observación. Pero ésto atraería los anatemas de una ciencia que tiene
como regla principal la ´objetividad´. La objetividad requiere que las
propiedades del observador no entren en la descripción de sus observaciones.
Esta prohibición se hace evidente en el momento que se envíe a cualquier
revista científica un artículo que contenga expresiones tales como ´he observado que´. Este desplazamiento
de la primera persona a un ´se´ (se ha observado que) impersonal, es una estrategia
para descargar toda responsabilidad: ´se´
no puede ser responsable de nada; es más, ´se´
no puede observar nada de nada".
Luigi
Cancrini (1987), en su tentativa de profundizar los mecanismos de la psicoterapia,
hace referencia al error del terapeuta en estos términos: "un error común
en la descripción del sistema terapéutico es el de quien lo considera formado
por un sistema familiar definido y un terapeuta anónimo y atípico. La
experiencia de formación y supervisión demuestra, en cambio, la importancia de
las circunstancias personales dentro de las cuales el mismo terapeuta se encuentra
con una determinada familia, grupo o individuo.
Desarrollando sus funciones, el terapeuta está conectado de manera
directa a un conjunto de motivaciones, expectativas, temores e incertidumbres
que tienen que ver con el desarrollo de esa función, pero, más en general, al
ser persona en un momento definido de su ciclo vital y de su recorrido
emotivo".
El
terapeuta comparte con el paciente, familia, pareja, un campo de interacción de
donde no puede recortarse. Es más, enfatizamos, que no sólo no puede sino que no debe intentar recortarse, a riesgo de
dejar afuera su emotividad como una herramienta fundamental en el trabajo con
los otros.
Hacerse
cargo de la propia implicación es volver productivas nuestras resonancias en el
espacio terapéutico. No temamos dinamizar el juego.
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