lunes, 28 de mayo de 2012

Seminario-Taller Vivencial Intensivo

Nuevos Recursos: Cuerpo y Estilo en Psicoterapia


SEMINARIO INTENSIVO JUNIO
SABADO 23 DE JUNIO (4 HORAS)
Y SÁBADO 30 DE JUNIO (4 HORAS)
en Palermo

Trabajo sobre la búsqueda del estilo terapéutico con inclusión del cuerpo.
Registro, autopercepción, modalidad,
lugares temidos del terapeuta en cada etapa del tratamiento.
El cuerpo en el espacio terapéutico: percepción, lectura e intervención en cada fase.

Dirigido a estudiantes avanzados y profesionales nóveles de las carreras relacionadas con salud mental (Psicología, Psiquiatría, Asistencia Social, etc,)

Informes e Inscripción:
Lic. Alejandra Pérez 155 122 9911
Lic. Fabiana Dimarco 155 835 4239

martes, 22 de mayo de 2012

Estimular al cuerpo y cosechar percepciones

Después de un trabajo que lleve a estimular la percepción del propio cuerpo -ya sea mediante los apoyos y sostenes del cuerpo, mediante el volumen o el tamaño del mismo o cualquier otro recurso dirigido a aumentar la propiocepción-, usualmente pedimos a quien lo acaba de realizar que dirija su atención sobre lo que registra de su cuerpo en ese momento, qué sensaciones aparecen.
A partir de la consigna, la persona realiza espontáneamente una acción mental para
discernir cuáles son las sensaciones que aparecen entre la maraña y emergen a su conciencia. Separarlas implica recortar, elegir algunas en desmedro de otras que quedarán posiblemente sepultadas en el olvido.

Este recorte dará lugar entonces a la formación de un percepto, con la intervención del pensamiento discursivo en su forma más inicial, a partir de imágenes que luego se relacionarán a palabras.  Su pasaje al campo del lenguaje es casi simultáneo en tanto el recorte mismo obliga a asociarlas: “me molesta algo en la espalda” sigue inmediatamente a la sensación en ese lugar del cuerpo y ya está nominando y calificando esa localización y esa sensación.

A la vez, cuando dice “me molesta algo en la espalda”, deja de lado otra sensación en otro lugar del cuerpo que así pierde su posibilidad de convertirse en un registro conciente.

En el recorte que no aparece impuesto por el dolor o por un estímulo previo en un determinado lugar, la elección de una u otra zona o punto del cuerpo aparece mediatizada por otras “emergencias”.  Sea deliberada o inconciente, esa elección propone un indicador, una marca, no solo del lugar elegido en sí, sino de la forma de armar la percepción sobre el propio cuerpo. Y nos dice algo de esa persona.

Así, el que ante estímulos de distinto tipo e intensidad siempre registra un mismo lugar, está marcando esa localización pero también la particular necesidad de insistir sobre lo mismo y la imposibilidad de abrir el panorama perceptual hacia otras sensaciones corporales.  Señala a la vez algún nudo por desatar en esa región del cuerpo y un foco atencional unidireccional que deja afuera otras posibilidades, quizás como un mecanismo de defensa que prefiere priorizar lo conocido, lo seguro, a lo que pueda implicar aventurarse en algún sector "peligroso" de su alma encarnada.

Sea que quiera huir de ellas para quedarse en terreno seguro, conocido; sea porque ese foco preocupa especialmente, algo de lo  psíquico se estará mostrando allí: una manera de registrar y registrar-se, una limitación quizás, un punto excesivamente “cargado” de conflicto o, tal vez, la manifestación de ambas cosas -limitación y conflicto- expresadas corporalmente.

Lo que resulta indudable es que esa sensación elegida entre muchas otras es material fertil para pensar, proponer, intervenir en el espacio terapéutico. La sensación, su modo, su momento, su intensidad nos dicen mucho de cómo se encuentra esa persona y de cómo se teje en su cuerpo y en su alma el intercambio con el mundo que la rodea.

lunes, 14 de mayo de 2012

Por qué incluir al cuerpo? III



En cuanto a nuestra dimensión de humanos y a nuestra condición de finitos, nada hay más real que el cuerpo. Y es lo real lo que nos da sustento, lo que hace posible la creación y la construcción, el magma del que partimos para dar forma y palabra a nuestro mundo, para poder establecer vínculos con las cosas y con los otros. De ese magma originario de lo real, el cuerpo es aquello que podemos tocar. Aquello de nosotros y de los otros que tiene consistencia. Eso que nos encarna pero que también nos excede. Aquello de lo que estamos hechos, que nos ata a una forma de existencia que incluye una temporalidad, pero también y simultáneamente, aquello que está  por fuera de nuestro yo y que nunca se deja conocer del todo. Un gran misterio.

Tal como se ha visto, el cuerpo se arroja más allá de tal trama. Quizás porque, como dijimos, es real y su existencia va más allá de lo simbólico y lo imaginario. Más allá como exceso, fuera del límite que intenta cercarlo para dar cuenta de él, para abarcarlo, para ejercer algún tipo de control, para nombrarlo y exponerlo desnudo y completo. Lo que queda de esa tentativa es apenas un pedazo asido. El problema es que se suele creer que eso es la totalidad. Y allí es donde la tarea en psicoterapia acude, para ayudar a revelar estos anclajes en torno a los significantes que el cuerpo aloja.

Suponerlo simbólicamente cercado por la ciencia impide considerar sus aristas más inexplicables. ¿Cómo dar cuenta de la vivencia en términos que requieren una postura objetiva?  La experiencia vivencial deja fuera los dominios teóricos en tanto pone a funcionar al cuerpo en contacto directo con la dimensión que le es propia: el sentir.  No el percibir, no el reflexionar sobre lo sentido, sino el primer encuentro entre cuerpo y mundo. Primero como previo a la organización perceptual, al intelecto, al discurso.  El “crudo” de la vivencia que es luego armado, ubicado asociativamente en cada unidad e, idealmente, articulado en un todo integrado: un percepto, una experiencia que puede ser relatada, puesta en palabras, compartida en el lenguaje, integrada en la cultura.

Previo a esta operación, el cuerpo sostiene un lugar donde lo informe, lo caótico, lo ingenuo, conviven. Allí, una persona navega entre registrar lo desconocido, temer, emprender la retirada hacia lo conocido o abortar el trabajo. O quizás adentrarse, entregarse a eso despierto, con ojos de asombro, sin abandonarse al abismo, sino mirándolo desde el borde, con ojos nuevos.  A veces, sólo puede espiarlo de costado, y eso ya es bastante. Ponerse frente a frente a esa oscuridad, pero confiar en poder transitar por ella, es tarea posible a través del trabajo con el cuerpo en la práctica clínica.

Este modelo de intervención promueve salir de ese pasaje con nuevas imágenes y representaciones, a la par de buscarles sentido, darles palabra, ubicarlas en un discurso. Aquí es el cuerpo quien ayuda al proceso que va entre lo que aparece como inefable y la posibilidad de una figuración que nos haga asequible tanta novedad. Si un olor puede ser representado plásticamente, a través de un dibujo, del color; si el sonido sin palabras, surgido espontáneamente, puede ser llevado a un tono, a una melodía, a ser cantado, quizás incluso bailado; o si una sensación en la columna, un viejo dolor, puede ser transformado en poesía o pasar a las manos que modelen arcilla: entonces la asociación discurre en la acción corporal para invitar a otros aspectos de lo anímico a hacerse presentes.

Pensamos que la intervención sobre el cuerpo enriquece el decurso asociativo interponiéndole nuevos registros, nuevos recorridos y desviaciones que obliguen a interrumpir una linealidad discursiva ya establecida y habitual. No se trata únicamente de generar nuevas respuestas, ni siquiera nuevas preguntas. Lo que se ofrece en esta propuesta es una nueva forma de preguntar. El desafío es cambiar el terreno para que sea necesario que la persona transforme su manera de transitarlo. Cuando lo que percibimos de nosotros es inédito, es necesario crear una nueva forma de pensarlo.

Dentro de un encuadre psicoterapéutico, intervenir sobre el cuerpo es ampliar los recursos de la práctica psicoterapéutica, ya que abre un trabajo creativo y productivo de la persona sobre sí, construyendo nuevas herramientas para abordar su historia y transformar la mirada con la que ilumina su existencia,

domingo, 6 de mayo de 2012

Seminario Intensivo:

Nuevos Recursos: Cuerpo y Estilo en Psicoterapia


SEMINARIO INTENSIVO
VIERNES 18 DE MAYO (3 HORAS)
Y SÁBADO 19 DE MAYO (4 HORAS)
en Palermo

Informes e Inscripción:
Lic. Alejandra Pérez 155 122 9911
Lic. Fabiana Dimarco 155 835 4239

jueves, 3 de mayo de 2012


Observación y Neutralidad en el Campo Terapéutico

  
Sólo recientemente, la atención a la vivencia emotiva del terapeuta en el ejercicio de su rol se ha hecho menos genérica y más profundizada. Por mucho tiempo –y aún en muchos ámbitos del quehacer terapéutico- entender la neutralidad del profesional ha significado intentar separar su sentir de su hacer en sesión.
Afortunadamente, esta concepción de la neutralidad ha ido modificándose y continua siendo cuestionada.
Mony Elkaim (1992) ha hablado de autorreferencia y resonancia: "el segundo problema que los terapeutas sistémicos se encuentran al que tienen que enfrentarse es el de la autorreferencia. Todo lo que el psicoterapeuta describe se coloca en el punto de intersección entre su entorno y él mismo: él no puede separar sus propias características personales de la situación que describe. La aproximación científica tradicional subraya que las características del observador no deben interferir en la descripción de sus observaciones".  Sin embargo, en relación a esto, la cibernética del segundo nivel ha introducido definitivamente, también en nuestro campo, la imposibilidad de una observación objetiva.
Al respecto, dice Heinz Von Foerster: "consideramos la relación entre observador y
sistema observado. En caso de clausura, el observador vendría incluido en el sistema objeto de observación. Pero ésto atraería los anatemas de una ciencia que tiene como regla principal la ´objetividad´. La objetividad requiere que las propiedades del observador no entren en la descripción de sus observaciones. Esta prohibición se hace evidente en el momento que se envíe a cualquier revista científica un artículo que contenga expresiones tales como ´he observado que´. Este desplazamiento de la primera persona a un ´se´ (se ha observado que) impersonal, es una estrategia para descargar toda responsabilidad: ´se´ no puede ser responsable de nada; es más, ´se´ no puede observar nada de nada".
Luigi Cancrini (1987), en su tentativa de profundizar los mecanismos de la psicoterapia, hace referencia al error del terapeuta en estos términos: "un error común en la descripción del sistema terapéutico es el de quien lo considera formado por un sistema familiar definido y un terapeuta anónimo y atípico. La experiencia de formación y supervisión demuestra, en cambio, la importancia de las circunstancias personales dentro de las cuales el mismo terapeuta se encuentra con una determinada familia, grupo o individuo.  Desarrollando sus funciones, el terapeuta está conectado de manera directa a un conjunto de motivaciones, expectativas, temores e incertidumbres que tienen que ver con el desarrollo de esa función, pero, más en general, al ser persona en un momento definido de su ciclo vital y de su recorrido emotivo".
El terapeuta comparte con el paciente, familia, pareja, un campo de interacción de donde no puede recortarse. Es más, enfatizamos, que no sólo no puede sino que no debe intentar recortarse, a riesgo de dejar afuera su emotividad como una herramienta fundamental en el trabajo con los otros.
Hacerse cargo de la propia implicación es volver productivas nuestras resonancias en el espacio terapéutico. No temamos dinamizar el juego.