Hace algunos años llegó a consultarme una mujer que presentaba
dificultades en su vinculo conyugal. Este problema parecía provenir de una
fuerte tensión familiar que se venía sosteniendo desde hacía varios años,
causada por la dificultad de su hijo de 32 años de independizarse de ella y su esposo y
volverse una persona económicamente autónoma.
Empezamos a trabajar con su problemática y en cada sesión comencé a
percibir en mí cierta incomodidad. Había una rutina que se repetía en cada
encuentro: ella llegaba, se sacaba su saco, dejaba su cartera en el piso , me miraba fijamente
y comenzaba su relato. Minuciosa y cronológicamente me contaba lo que había
hecho el día lunes, luego lo del martes, lo del miércoles, etc., relatando en orden los
sucesos de acuerdo al dia de la semana.
Un día, mis sensaciones
se volvieron más definidas. Ese día hacía calor en el consultorio pero yo sentía
que no podía levantarme y abrir la
ventana porque la paciente me "sujetaba" fuertemente con la mirada y yo
estaba como clavada en el asiento. Sólo podía intervenir desde la palabra; mi cabeza estaba
separada de mi cuerpo.
En un determinado momento, sonó mi celular -que había olvidado apagar- y extendí mi brazo para tomarlo y silenciarlo. Sentí cómo con su mirada me exigía que me quedara quieta, que la escuchara sin moverme.
Entendí en ese instante que no podía seguir pasando por alto estas sensaciones, debía poner en juego esta fuerte resonancia corporal y así lo hice:
- M , hace algunas sesiones vengo sintiendo algunas cosas que me gustaría contarte para ver si vos pensás que tiene algo que ver con vos o si alguien en alguna oportunidad te ha dicho algo similar. Lo que siento es que no tengo libertad para moverme frente a vos, que observás con control cada movimiento que hago, que no puedo tomarme la libertad de pararme, sentarme o rascarme. ¿Qué pensas de lo que te digo?La paciente abrió los ojos muy grandes y me dijo:
- Es muy fuerte lo que me estas
diciendo. Siento como si me conocieras hace mucho tiempo... ¿Sabés? Mi hijo
siempre me dice lo mismo. No creo habértelo dicho antes pero él tiene un
diagnostico de TOC de hace 10 años aproximadamente, y cuando vivía en casa se
quejaba de que yo lo controlaba en exceso, que lo inmovilizaba. (Rompe en
llanto) No quiero que se
mueva nada de lugar, no quiero que nadie se mueva!Le pregunto si puede
distinguir con más precisión qué es lo que no quiere que se mueva y contesta que
le genera mucho temor que no hagan lo que ella quiere, que siente que si el
otro se mueve en una dirección contraria a la que ella desea, se quedaría
sola.En un determinado momento, sonó mi celular -que había olvidado apagar- y extendí mi brazo para tomarlo y silenciarlo. Sentí cómo con su mirada me exigía que me quedara quieta, que la escuchara sin moverme.
Entendí en ese instante que no podía seguir pasando por alto estas sensaciones, debía poner en juego esta fuerte resonancia corporal y así lo hice:
- M , hace algunas sesiones vengo sintiendo algunas cosas que me gustaría contarte para ver si vos pensás que tiene algo que ver con vos o si alguien en alguna oportunidad te ha dicho algo similar. Lo que siento es que no tengo libertad para moverme frente a vos, que observás con control cada movimiento que hago, que no puedo tomarme la libertad de pararme, sentarme o rascarme. ¿Qué pensas de lo que te digo?La paciente abrió los ojos muy grandes y me dijo:
- ¿Vos considerás que esta conducta adoptaste te sirvió a lo largo de estos años para vincularte y estar en compañía?
Rompe en llanto nuevamente y me dice:
- Creo que claramente no me sirvió: mis dos hijos se fueron de mi casa.
Uno muy joven, entiendo que se escapó, y el otro muy grande y con una enfermedad
muy grave. Estoy con mi marido pero me siento muy sola.